
ALZHEIMER
La enfermedad de Alzheimer se manifiesta con diferentes síntomas. Algunos síntomas del Alzheimer son de tipo cognitivo y otros son de tipo conductual, pero todos tienen una afectación directa sobre las actividades de la vida cotidiana. En este sentido, es importante que los familiares y personas cercanas conozcan e identifiquen los síntomas del Alzheimer, para estar alerta ante su aparición. Esto nos servirá para adaptarnos a las exigencias de cada estadio de la enfermedad y lógicamente, será de gran utilidad para que el médico valore la administración de medicación.
¿Cuáles son los síntomas cognitivos que se manifiestan con el Alzheimer?
Los síntomas cognitivos del Alzheimer suelen aparecer de manera progresiva y pueden manifestarse, inicialmente, a través de alteraciones en la memoria o en el lenguaje. Con la progresión, también aparecerá lo que se denomina agnosia, que es la dificultad para reconocer y asociar de manera adecuada con su significado lo que se percibe a través de los cinco sentidos (vista, oído, tacto, olfato y gusto).
Otros síntomas del Alzheimer de carácter cognitivo son las apraxias, o lo que es lo mismo, la dificultad para ejecutar bien actos motores y voluntarios como vestirse o comer, sin que puedan atribuirse a dificultades de movilidad físicas.
Pueden existir, además, dificultades para planificar, razonar de manera lógica o comprender la ironía y, además, alteraciones en las funciones visoespaciales, lo que puede provocar errores en la estimación de distancias o para reconocer correctamente el espacio en el que la persona se encuentra, y por lo tanto, caídas, accidentes o confusión.
A continuación, explicamos con más detalle algunas manifestaciones de los síntomas cognitivos del Alzheimer:
- Olvidarse de aquello que acaba de suceder.
- No poder encontrar la palabra exacta.
- No saber atarse los cordones de los zapatos.
- Perder la capacidad para planificar.
- Problemas para calcular las distancias.
- No reconocer aquello que se ve, se oye o se toca.
Las pérdidas y el duelo desde la perspectiva de la persona cuidadora
Cuando un ser querido recibe el diagnóstico de enfermedad de Alzheimer es frecuente que aparezcan sentimientos contradictorios. Por un lado, se puede experimentar cierta tranquilidad por poder poner un nombre a algo que hacía tiempo que inquietaba y, tal vez, se sospechaba. Por otro, sin embargo, es habitual tener una sensación de caída al abismo de la incertidumbre.
La enfermedad seguirá su proceso, sus fases evolutivas, y el deterioro se irá evidenciando, iniciándose una relación de dependencia que altera la dinámica de los roles hasta entonces establecidos: no habrá reciprocidad en muchos aspectos de la relación de pareja o se invertirá la dirección de cuidados entre padres e hijos. Habrá también un impacto en aspectos de relación social, tanto por irse viendo disminuidas las opciones de participación social por parte de la persona enferma como, consecuentemente, por la imposibilidad de compartir ese espacio de vida entre cuidador y persona con Alzheimer. O el propio cuidador, por cuenta propia, por la cada vez mayor absorción que requiere el cuidado de quien sufre la enfermedad.
A menudo, en algún momento del proceso, tal vez se opte por buscar un cuidador formal del ser querido en casa, por considerarlo como el mejor recurso para poder cubrir las necesidades de la persona con Alzheimer. Esta situación también conlleva un duelo, frecuentemente referido por los cuidadores como “doloroso y profundo” y acompañado de un intenso sentimiento de culpa. Como todos los procesos de duelo, si se elabora adecuadamente, permitirá vivir finalmente esta situación de forma serena y verse compensada por los beneficios que comporta, tanto para la persona con Alzheimer como para el familiar.
En la fase más avanzada de la enfermedad, la conciencia de pérdida final es cada vez más inminente. Esto es así porque supone el final de lo que muchas personas cuidadoras y familiares definen como una dolorosa e hiriente “pérdida en vida”, a resultas de la progresiva constatación de que la persona de antes de la enfermedad “ya no está”.
Las pérdidas y el duelo desde la perspectiva de la persona con Alzheimer
No podemos asumir que los síntomas cognitivos de la persona que padece la enfermedad de Alzheimer le impidan sentir confusión y desconcierto ante sus pérdidas de capacidad, ni que no sienta dolor y tristeza por la pérdida de un ser querido, algo que le puede impactar negativamente, particularmente, cuando se trata del cuidador principal, su principal referente.
La vivencia de la persona con Alzheimer ante su pérdida de capacidades
En fases incipientes de los síntomas de la enfermedad, la persona afectada suele presentar un nivel de conciencia respecto a sus déficits suficiente como para que ello le genere ansiedad, preocupación, temor, frustración o irritabilidad. Tal vez, pueda plantear preguntas acerca de lo que le pasa y querer saber cuál es su diagnóstico, algo que genera muchas dudas sobre cómo abordarlo y acerca de lo que reflexionamos en este artículo.
Para acompañar a la persona con Alzheimer y tratar de que se sienta comprendida, es fundamental actuar desde la empatía, con una actitud comprensiva, cariñosa y paciente. También es importante, no confrontar con sus dificultades cuando se equivoque en algo o cuando sus problemas de memoria la lleven a reiterar en las mismas preguntas o explicaciones.
Con el progreso de la enfermedad, tarde o temprano, se irá haciendo evidente un síntoma característico: la agnosia, que comporta que la persona va perdiendo conciencia de lo que le sucede, pareciendo no detectarlo o, al menos, no darle ninguna importancia. No obstante, ello no implica que pierda la capacidad de sufrimiento ante la pérdida de un ser querido, de lo que hablamos a continuación.