Comer de forma saludable es un hábito que deberíamos mantener a lo largo de toda nuestra vida. Aun así, la alimentación saludable en ancianos, y en niños, toma una especial relevancia, evidentemente por distintos motivos.
Cuando se alcanza una edad avanzada, una alimentación equilibrada, saludable, y en la que no falten nutrientes, será una de los pilares fundamentales para mantener la salud física, metal y emocional del individuo.
Por esto, es importante que tanto las personas mayores, como aquellos que les ayudan en su cuidado, conozcan las necesidades nutricionales de esta etapa de la vida.
Importancia de una alimentación saludable en ancianos
Los cambios que se producen en el cuerpo con el paso de los años darán lugar a modificaciones fisiológicas, corporales y funcionales que deben ser atendidas desde un punto de vista nutricional.
Sin embargo, gran parte de la población mayor de 65 años (alrededor de un 20%) está en riesgo de desnutrición.
El aislamiento, la falta de cuidados o recursos, problemas emocionales como la depresión o la ansiedad, la falta de actividad física y la toma de medicamentos para contrarrestar enfermedades frecuentes de la avanzada edad son algunos de los motivos que provocan la falta de apetito personas mayores. Un problema que afecta la salud y eleva los niveles de mortalidad en ancianos.
Cambios que afectan a las necesidades nutricionales en la tercera edad
Entre otros, debemos tener en cuenta estos cambios que se producen con el paso de los años.
Pérdida de masa muscular y ósea, por lo que se requiere una alimentación que nos ayude a proteger estos tejidos corporales.
Ralentización y cambios en los procesos digestivos, que derivan en problemas de absorción de nutrientes, pérdida de apetito, estreñimiento y otros trastornos.
Pérdida de piezas dentales y debilitación de las encías, lo que dificulta la masticación de algunos alimentos como las frutas o verduras crudas y la carne.
Atrofia del gusto y el olfato, que desemboca en un menor interés por los alimentos y a preferir elementos muy azucarados o sazonados.
Menor actividad física, social y laboral que disminuye el apetito. Al producirse una ingesta menor de alimentos, el riesgo de desnutrición aumenta.
La toma de medicamentos de forma continuada provoca desequilibrios en la absorción intestinal de nutrientes y, en otras ocasiones, puede provocar náuseas que derivan en una aversión a la comida.
Disminución de la efectividad del sistema inmunitario, por lo que se requiere una alimentación que ayude a reforzarlo.
Endurecimiento de arterias que aumentan los niveles de colesterol, un dato a tener en cuenta al planificar una alimentación saludable en ancianos.
Atender a estos cambios, y a las necesidades nutricionales derivadas de ellos, será fundamental para una adecuada planificación de dieta saludable para ancianos.
Cómo debe ser una alimentación saludable para ancianos
Una dieta equilibra y saludable en ancianos debe ser variada, incluyendo todos los nutrientes que se pueden obtener de alimentos como:
Frutas y verduras. Sin duda, la fruta y la verdura no puede faltar en la dieta de las personas de avanzada edad, a ser posible en 2 ó 3 raciones diarias. Es el momento más adecuado para aumentar su consumo.
Las frutas y verduras son una fuente de nutrientes, vitaminas (C y E) y minerales como el hierro o el potasio que reduce el riesgo de hipertensión, además de fitoquímicos con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
Lácteos bajos en grasas que tienen un alto aporte de calcio, pudiendo optar por yogures, leche o queso que sean semidesnatados o desnatados.
Alimentos ricos en proteínas. Las carnes magras – bajas en grasa -, el pescado y el marisco aportan vitamina B12 que ayuda a evitar el deterioro cognitivo.
Pescados como la caballa, el salmón o el atún son una fuente de vitamina D para cuidar los huesos – ayuda en la absorción del calcio – y evitar anemias.
El requesón, los huevos o la mantequilla de cacahuete pueden utilizarse si los problemas de masticación del adulto mayor dificultan la alimentación.
Cereales y legumbres. Por su alto aporte de fibras evitando las harinas refinadas.
El arroz y la avena, por su alto contenido en selenio, refuerzan el sistema inmunitario y van a ayudar a prevenir la aparición de distintos tipos de cáncer.
Grasas buenas, como las que nos aporta el aceite de oliva o el aguacate. El aceite de oliva eleva los niveles de colesterol bueno, HDL, y disminuye el malo, LDL-c, por lo que es muy recomendable para controlar la presión arterial.
Frutos secos y semillas, como las nueces, almendras o avellanas, que aportan minerales, y omega-3.
Especias y hierbas. Para mejorar el sabor de la comida, hacerlas más apetecibles y evitar el exceso de sal.
Hidratación con agua, sopas, leche… aunque hay que limitar el consumo en casos de enfermedad renal, cardíaca o hepática.
¿Cómo debe ser la distribución de macronutrientes?
La distribución de macronutrientes serán la guía con la que poder decidir la configuración de menús diarios para personas mayores:
- Proteínas: del 10% al 15%
- Grasas: 30 a 35%
- Hidratos de carbono: 50% a 60%
Diseñar los menús diarios con tiempo facilitará tanto las tareas de realización de la compra como la organización de las comidas, ya que algunas se pueden preparar y conservar en el congelador para tomar a lo largo de la semana, evitando así optar por preparaciones más sencillas y menos saludables.
Alimentos que se deben evitar en una alimentación saludable en ancianos
La alimentación saludable en ancianos no difiere, en cuanto a restricciones, de la que sería una alimentación saludable a cualquier otra edad.
Reducir el consumo de azúcar, grasas y sal es sano, no solo para nuestros mayores. Lo es para toda a población en general, aunque debemos atender más a esta restricción cuando se trata de la alimentación de personas de avanzada edad.
Igual ocurre con los alimentos muy condimentados, grasas saturadas, las frituras, el alcohol o los refrescos.
En Cuidalian contamos con un servicio de alimentación y un equipo profesional de cuidadores que apoyan a personas mayores y a sus familias en la organización de comidas y el acompañamiento necesario, en algunos casos, durante las mismas.
Un apoyo que ayuda a evitar problemas de malnutrición o enfermedades que puedan derivarse de una mala alimentación en la tercera edad.
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